domingo, 20 de marzo de 2011

"Hamlet" W: Shakespeare

HAMLET de W. SHAKESPEARE

[Escena III
CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, VOLTIMAN, CORNELIO, Caballeros, Damas y acompañamiento.
Salón de Palacio.
Claudio
Aunque la muerte de mi querido hermano Hamlet está todavía tan reciente en nuestra memoria, que obliga a mantener en tristeza los corazones y a que en todo el Reino sólo se observe la imagen del dolor; con todo eso, tanto ha combatido en mí la razón a la naturaleza, que he conservado un prudente sentimiento de su pérdida, junto con la memoria de lo que a nosotros nos debemos. A este fin he recibido por esposa, a la que un tiempo fue mi hermana y hoy reina conmigo, compañera en el trono de esta belicosa nación; si bien estas alegrías son imperfectas, pues en ellas se han unido a la felicidad las lágrimas, las fiestas a pompa fúnebre, los cánticos de muerte a los epitalamios de Himeneo, pesados en igual balanza el placer y la aflicción. Ni hemos dejado de seguir los dictámenes de vuestra prudencia, que en esta ocasión ha procedido con absoluta libertad de lo cual os quedo muy agradecido. Ahora falta deciros, que el joven Fortimbrás, estimándome en poco, o presumiendo que la reciente muerte de mi querido hermano habrá producido en el Reino trastorno y desunión; fiado en esta soñada superioridad, no ha cesado de importunarme con mensajes, pidiéndome le restituya aquellas tierras que perdió su padre y adquirió mi valeroso hermano, con todas las formalidades de la ley. Basta ya lo que de él he dicho. Por lo que a mí toca y en cuanto al objeto que hoy nos reúne; veisle aquí. Escribo al Rey de Noruega, tío del joven Fortimbrás, que doliente y postrado en el lecho apenas tiene noticia de los proyectos de su sobrino, a fin de que le impida llevarlos adelante, pues tengo ya exactos informes de la gente que levanta contra mí, su calidad, su número y fuerzas. Prudente Cornelio, y tú Voltiman, vosotros saludareis en mi nombre al anciano Rey; aunque no os doy facultad personal para celebrar con él tratado alguno, que exceda los límites expresados en estos artículos. Id con Dios, y espero que manifestaréis en vuestra diligencia el celo de servirme.
Voltiman
En esta y cualquiera otra comisión os daremos pruebas de nuestro respeto.
Claudio
No lo dudaré. El Cielo os guarde.

[editar] Escena IV
CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, Damas, Caballeros y acompañamiento.
Claudio
Y tú, Laertes, ¿qué solicitas? Me has hablado de una pretensión, ¿no me dirás cuál sea? En cualquiera cosa justa que pidas al Rey de Dinamarca, no será vano el ruego. ¿Ni qué podrás pedirme que no sea más ofrecimiento mío, que demanda tuya? No es más adicto a la cabeza el corazón ni más pronta la mano en servir a la boca, que lo es el trono de Dinamarca para con tu padre. En fin, ¿qué pretendes?
Laertes
Respetable Soberano, solicito la gracia de vuestro permiso para volver a Francia. De allí he venido voluntariamente a Dinamarca a manifestaros mi leal afecto, con motivo de vuestra coronación; pero ya cumplida esta deuda, fuerza es confesaros que mis ideas y mi inclinación me llaman de nuevo a aquel país, y espero de vuestra mucha bondad esta licencia.
Claudio
¿Has obtenido ya la de tu padre? ¿Qué dices Polonio?
Polonio
A fuerza de importunaciones ha logrado arrancar mi tardío consentimiento. Al verle tan inclinado, firmé últimamente la licencia de que se vaya, aunque a pesar mío; y os ruego, señor, que se la concedáis.
Claudio
Elige el tiempo que te parezca más oportuno para salir, y haz cuanto gustes y sea más conducente a tu felicidad. Y tú, Hamlet, ¡mi deudo, mi hijo!
Hamlet
Algo más que deudo, y menos que amigo.
Claudio
¿Qué sombras de tristeza te cubren siempre?
Hamlet
Al contrario, señor, estoy demasiado a la luz.
Gertrudis
Mi buen Hamlet, no así tu semblante manifieste aflicción; véase en él que eres amigo de Dinamarca; ni siempre con abatidos párpados busques entre el polvo a tu generoso padre. Tú lo sabes, común es a todos, el que vive debe morir, pasando de la naturaleza a la eternidad.
Hamlet
Sí señora, a todos es común.
Gertrudis
Pues si lo es, ¿por qué aparentas tan particular sentimiento?
Hamlet
¿Aparentar? No señora, yo no sé aparentar. Ni el color negro de este manto, ni el traje acostumbrado en solemnes lutos, ni los interrumpidos sollozos, ni en los ojos un abundante río, ni la dolorida expresión del semblante, junto con las fórmulas, los ademanes, las exterioridades de sentimiento; bastarán por sí solos, mi querida madre, a manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad; pero son acciones que un hombre puede fingir... Aquí, aquí dentro tengo lo que es más que apariencia, lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.
Claudio
Bueno y laudable es que tu corazón pague a un padre esa lúgubre deuda, Hamlet; pero, no debes ignorarlo, tu padre perdió un padre también y aquel perdió el suyo. El que sobrevive, limita la filial obligación de su obsequiosa tristeza a un cierto término; pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinación impía. Ni es natural en el hombre tan permanente afecto; que anuncia una voluntad rebelde a los decretos de la Providencia, un corazón débil, un alma indócil, un talento limitado y falto de luces. ¿Será bien que el corazón padezca, queriendo neciamente resistir a lo que es y debe ser inevitable, a lo que es tan común como cualquiera de las cosas que más a menudo hieren nuestros sentidos? Este es un delito contra el Cielo, contra la muerte, contra la naturaleza misma; es hacer una injuria absurda a la razón, que nos da en la muerte de nuestros padres la más frecuente de sus lecciones, y que nos está diciendo, desde el primero de los hombres hasta el último que hoy expira: Mortales, ved aquí vuestra irrevocable suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa inútil tristeza, considera que tienes un padre en mi puesto, que debe ser notorio al mundo que tú eres la persona más inmediata a mi trono y que te amo con el afecto más puro que puede tener a su hijo un padre. Tu resolución de volver a los estudios de Witemberga es la más opuesta a nuestro deseo, y antes bien te pedimos que desistas de ella; permaneciendo aquí, estimado y querido a vista nuestra, como el primero de mis Cortesanos, mi pariente y mi hijo.
Gertrudis
Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberga; quédate con nosotros. No sean vanas las súplicas de tu madre.
Hamlet
Obedeceros en todo será siempre mi primer conato.
Claudio
Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el imperio danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de alegría mi corazón. En aplauso de este acontecimiento, no celebrará hoy Dinamarca festivos brindis sin que lo anuncie a las nubes el cañón robusto, y el cielo retumbe muchas veces a las aclamaciones del Rey repitiendo el trueno de la tierra. Venid.

[editar] Escena V
HAMLET solo
Hamlet
¡Oh! ¡Si esta demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia de lágrimas! ¡O el Todopoderoso no asestara el cañón contra el homicida de sí mismo! ¡Oh! ¡Dios! ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuán fatigado ya de todo, juzgo molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo inculto y rudo, que sólo abunda en frutos groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni tanto, aún no ha dos meses. Aquel excelente Rey, que fue comparado con este, como con un Sátiro, Hiperión; tan amante de mi madre, que ni a los aires celestes permitía llegar atrevidos a su rostro. ¡Oh! ¡Cielo y tierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la posesión hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Fragilidad! ¡Tú tienes nombre de mujer! En el corto espacio de un mes y aún antes de romper los zapatos con que, semejante a Niobe, bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre... Sí, ella, ella misma. ¡Cielos! Una fiera, incapaz de razón y discurso, hubiera mostrado aflicción más durable. Se ha casado, en fin, con mi tío, hermano de mi padre; pero no más parecido a él que yo lo soy a Hércules. En un mes... enrojecidos aún los ojos con el pérfido llanto, se casó. ¡Ah! ¡Delincuente precipitación! ¡Ir a ocupar con tal diligencia un lecho incestuoso! Ni esto es bueno, ni puede producir bien. Pero, hazte pedazos corazón mío, que mi lengua debe reprimirse.

[editar] Escena VI
HAMLET, HORACIO, BERNARDO y MARCELO
Horacio
Buenos días, señor.
Hamlet
Me alegro de verte bueno... ¿Es Horacio? O me he olvidado de mí propio.
Horacio
El mismo soy, y siempre vuestro humilde criado.
Hamlet
Mi buen amigo, yo quiero trocar contigo ese título que te das. ¿A qué has venido de Witemberga? ¡Ah! ¡Marcelo!
Marcelo
Señor.
Hamlet
Mucho me alegro de verte con salud también. Pero, la verdad, ¿a qué has venido de Witemberga?
Horacio
Señor..., deseos de holgarme.
Hamlet
No quisiera oír de boca de tu enemigo otro tanto, ni podrás forzar mis oídos a que admitan una disculpa que te ofende. Yo sé que no eres desaplicado. Pero, dime, ¿qué asuntos tienes en Elsingor? Aquí te enseñaremos a ser gran bebedor antes que te vuelvas.
Horacio
He venido a ver los funerales de vuestro padre.
Hamlet
No se burle de mí, por Dios, señor condiscípulo. Yo creo que habrás venido a las bodas de mi madre.
Horacio
Es verdad, como se han celebrado inmediatamente.
Hamlet
Economía, Horacio, economía. Aún no se habían enfriado los manjares cocidos para el convite del duelo, cuando se sirvieron en las mesas de la boda... ¡Oh! yo quisiera haberme hallado en el cielo con mi mayor enemigo, antes que haber visto aquel día. ¡Mi padre!... Me parece que veo a mi padre.
Horacio
¿En dónde, señor?
Hamlet
Con los ojos del alma, Horacio.
Horacio
Alguna vez le vi. Era un buen Rey.
Hamlet
Era un hombre tan cabal en todo que no espero hallar otro semejante.
Horacio
Señor, yo creo que le vi anoche.
Hamlet
¿Le viste? ¿A quién?
Horacio
Al Rey vuestro padre.
Hamlet
¿Al Rey mi padre?
Horacio
Prestadme oído atento, suspendiendo un rato vuestra admiración, mientras os refiero este caso maravilloso apoyado con el testimonio de estos caballeros.
Hamlet
Sí, por Dios, dímelo.
Horacio
Estos dos señores, Marcelo y Bernardo, le habían visto dos veces hallándose de guardia, como a la mitad de la profunda noche. Una figura, semejante a vuestro padre, armada según él solía de pies a cabeza, se les puso delante, caminando grave, tardo y majestuoso por donde ellos estaban. Tres veces pasó de esta manera ante sus ojos, que oprimía el pavor, acercándose hasta donde ellos podían alcanzar con sus lanzas; pero débiles y casi helados con el miedo, permanecieron mudos sin osar hablarle. Diéronme parte de este secreto horrible; voyme a la guardia con ellos la tercera noche, y allí encontré ser cierto cuanto me habían dicho, así en la hora, como en la forma y circunstancias de aquella aparición. La Sombra volvió en efecto. Yo conocí a vuestro padre, y es tan parecido a él, como lo son entre sí estas dos manos mías.
Hamlet
¿Y en dónde fue eso?
Marcelo
En la muralla de palacio, donde estábamos de centinela.
Hamlet
¿Y no le hablasteis?
Horacio
Sí señor, yo le hablé; pero no me dio respuesta alguna. No obstante, una vez me parece que alzó la cabeza haciendo con ella un movimiento, como si fuese a hablarme; pero al mismo tiempo se oyó la aguda voz del gallo matutino y al sonido huyó con presta fuga, desapareciendo de nuestra vista.
Hamlet
¡Es cosa bien admirable!
Horacio
Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos creído que era obligación nuestra avisaros de ello, mi venerado Príncipe.
Hamlet
Sí, amigos, sí... pero esto me llena de turbación. ¿Estáis de centinela esta noche?
Todos
Sí, señor.
Hamlet
¿Decís que iba armado?
Todos
Sí, señor, armado.
Hamlet
¿De la frente al pie?
Todos
Sí, señor, de pies a cabeza.
Hamlet
Luego no le visteis el rostro.
Horacio
Le vimos, porque traía la visera alzada.
Hamlet
¿Y qué? ¿Parecía que estaba irritado?
Horacio
Más anunciaba su semblante el dolor que la ira.
Hamlet
¿Pálido o encendido?
Horacio
No, muy pálido.
Hamlet
¿Y fijaba la vista en vosotros?
Horacio
Constantemente.
Hamlet
Yo hubiera querido hallarme allí.
Horacio
Mucho pavor os hubiera causado.
Hamlet
Sí, es verdad, sí... ¿Y permaneció mucho tiempo?
Horacio
El que puede emplearse en contar desde uno hasta ciento, con moderada diligencia.
Marcelo
Más, más estuvo.
Horacio
Cuando yo le vi, no.
Hamlet
La barba blanca, ¿eh?
Horacio
Sí, señor, como yo se la había visto cuando vivía; de un color ceniciento.
Hamlet
Quiero ir esta noche con vosotros al puesto, por si acaso vuelve.
Horacio
¡Oh! Sí volverá, yo os lo aseguro.
Hamlet
Si él se me presenta en la figura de mi noble padre yo le hablaré aunque el infierno mismo abriendo sus entrañas me impusiera silencio. Yo os pido a todos que así como hasta ahora habéis callado a los demás, lo que visteis, de hoy en adelante lo ocultéis con el mayor sigilo; y sea cual fuere el suceso de esta noche, fiadlo al pensamiento, pero no a la lengua; y yo sabré remunerar vuestro celo. Dios os guarde, amigos. Entre once y doce iré a buscaros a la muralla.
Todos
Nuestra obligación es serviros.
Hamlet
Sí, conservadme vuestro amor y estad seguros del mío. Adiós. El espíritu de mi padre... Con armas... No es esto bueno. Recelo alguna maldad. ¡Oh! ¡Si la noche hubiese ya llegado! Esperémosla tranquilamente, alma mía. Las malas acciones, aunque toda la tierra las oculte, se descubren al fin a la vista humana.
[editar] Escena XII
HAMLET, LA SOMBRA DEL REY HAMLET
Parte remota cercana al mar. Vista a lo lejos del Palacio de Elsingor.
Hamlet
¿Adónde me quieres llevar? Habla, yo no paso de aquí.
La sombra
Mírame.
Hamlet
Ya te miro.
La sombra
Casi es ya llegada la hora en que debo restituirme a las sulfúreas y atormentadoras llamas.
Hamlet
¡Oh! ¡Alma infeliz!
La sombra
No me compadezcas: presta sólo atentos oídos a lo que voy a revelarte.
Hamlet
Habla, yo te prometo atención.
La sombra
Luego que me oigas, prometerás venganza.
Hamlet
¿Por qué?
La sombra
Yo soy el alma de tu padre: destinada por cierto tiempo a vagar de noche y aprisionada en fuego durante el día; hasta que sus llamas purifiquen las culpas que cometí en el mundo. ¡Oh! Si no me fuera vedado manifestar los secretos de la prisión que habito, pudiera decirte cosas que la menor de ellas bastaría a despedazar tu corazón, helar tu sangre juvenil, tus ojos, inflamados como estrellas, saltar de sus órbitas; tus anudados cabellos, separarse, erizándose como las púas del colérico espín. Pero estos eternos misterios no son para los oídos humanos. Atiende, atiende, ¡ay! Atiende. Si tuviste amor a tu tierno padre...
Hamlet
¡Oh, Dios!
La sombra
Venga su muerte: venga un homicidio cruel y atroz.
Hamlet
¿Homicidio?
La sombra
Sí, homicidio cruel, como todos lo son; pero el más cruel y el más injusto y el más aleve.
Hamlet
Refiéremelo presto, para que con alas veloces, como la fantasía, o con la prontitud de los pensamientos amorosos, me precipite a la venganza.
La sombra
Ya veo cuán dispuesto te hallas, y aunque tan insensible fueras como las malezas que se pudren incultas en las orillas del Letheo, no dejaría de conmoverte lo que voy a decir. Escúchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esta fabulosa invención; pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre, hoy ciñe su corona.
Hamlet
¡Oh! Presago me lo decía el corazón, ¿mi tío?
La sombra
Sí, aquel incestuoso, aquel monstruo adúltero, valiéndose de su talento diabólico, valiéndose de traidoras dádivas... ¡Oh! ¡Talento y dádivas malditas que tal poder tenéis para seducir!... Supo inclinar a su deshonesto apetito la voluntad de la Reina mi esposa, que yo creía tan llena de virtud. ¡Oh! ¡Hamlet! ¡Cuán grande fue su caída! Yo, cuyo amor para con ella fue tan puro... Yo, siempre tan fiel a los solemnes juramentos que en nuestro desposorio la hice, yo fui aborrecido y se rindió a aquel miserable, cuyas prendas eran en verdad harto inferiores a las mías. Pero, así como la virtud será incorruptible aunque la disolución procure excitarla bajo divina forma, así la incontinencia aunque viviese unida a un Ángel radiante, profanará con oprobio su tálamo celeste... Pero ya me parece que percibo el ambiente de la mañana. Debo ser breve. Dormía yo una tarde en mi jardín según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación, la cual, de tal manera es contraria a la sangre del hombre, que semejante en la sutileza al mercurio, se dilata por todas las entradas y conductos del cuerpo, y con súbita fuerza le ocupa, cuajando la más pura y robusta sangre, como la leche con las gotas ácidas. Este efecto produjo inmediatamente en mí, y el cutis hinchado comenzó a despegarse a trechos con una especie de lepra en áspera y asquerosas costras. Así fue que estando durmiendo, perdí a manos de mi hermano mismo, mi corona, mi esposa y mi vida a un tiempo. Perdí la vida, cuando mi pecado estaba en todo su vigor, sin hallarme dispuesto para aquel trance, sin haber recibido el pan eucarístico, sin haber sonado el clamor de agonía, sin lugar al reconocimiento de tanta culpa: presentado al tribunal eterno con todas mis imperfecciones sobre mi cabeza. ¡Oh! ¡Maldad horrible, horrible!... Si oyes la voz de la naturaleza, no sufras, no, que el tálamo real de Dinamarca sea el lecho de la lujuria y abominable incesto. Pero, de cualquier modo que dirijas la acción, no manches con delito el alma, previniendo ofensas a tu madre. Abandona este cuidado al Cielo: deja que aquellas agudas puntas que tiene fijas en su pecho, la hieran y atormenten. Adiós. Ya la luciérnaga amortiguando su aparente fuego nos anuncia la proximidad del día. Adiós. Adiós. Acuérdate de mí.

[editar] Escena XIII
HAMLET, y después HORACIO y MARCELO
Hamlet
¡Oh! ¡Vosotros ejércitos celestiales! ¡Oh! ¡Tierra!... ¿Y quién más? ¿Invocaré al infierno también? ¡Eh! No... Detente corazón mío, detente, y vos mis nervios no así os debilitéis en un momento: sostenedme robustos... ¡Acordarme de ti! Sí, alma infeliz, mientras haya memoria en este agitado mundo. ¡Acordarme de ti! Sí, yo me acordaré, y yo borraré de mi fantasía todos los recuerdos frívolos, las sentencias de los libros, las ideas e impresiones de lo pasado que la juventud y la observación estamparon en ella. Tu precepto solo, sin mezcla de otra cosa menos digna, vivirá escrito en el volumen de mi entendimiento. Sí, por los cielos te lo juro... ¡Oh, mujer, la más delincuente! ¡Oh! ¡Malvado! ¡Halagüeño y execrable malvado! Conviene que yo apunte en este libro... Sí... Que un hombre puede halagar y sonreírse y ser un malvado; a lo menos, estoy seguro de que en Dinamarca hay un hombre así, y éste es mi tío... Sí, tú eres... ¡Ah! Pero la expresión que debo conservar, es esta. Adiós, adiós, acuérdate de mí. Yo he jurado acordarme.
Horacio
Señor, señor.
Marcelo
Hamlet.
Horacio
Los Cielos le asistan.
Hamlet
¡Oh! Háganlo así.
Marcelo
¡Hola! ¡Eh, señor!
Hamlet
¿Hola? amigos, ¡eh! Venid, venid acá.
Marcelo
¿Qué ha sucedido?
Horacio
¿Qué noticias nos dais?
Hamlet
¡Oh! Maravillosas.
Horacio
Mi amado señor, decidlas.
Hamlet
No, que lo revelaréis.
Horacio
No, yo os prometo que no haré tal.
Marcelo
Ni yo tampoco.
Hamlet
Creéis vosotros que pudiese haber cabido en el corazón humano... Pero ¿guardaréis secreto?
Los dos
Sí señor, yo os lo juro.
Hamlet
No existe en toda Dinamarca un infame..., que no sea un gran malvado.
Horacio
Pero, no era necesario, señor, que un muerto saliera del sepulcro a persuadirnos esa verdad.
Hamlet
Sí, cierto, tenéis razón, y por eso mismo, sin tratar más del asunto, será bien despedirnos y separarnos; vosotros a donde vuestros negocios o vuestra inclinación os lleven..., que todos tienen su inclinaciones, y negocios, sean los que sean; y yo, ya lo sabéis, a mi triste ejercicio. A rezar.
Horacio
Todas esas palabras, señor, carecen de sentido y orden.
Hamlet
Mucho me pesa de haberos ofendido con ellas, sí por cierto, me pesa en el alma.
Horacio
¡Oh! Señor, no hay ofensa ninguna.
Hamlet
Sí, por San Patricio, que sí la hay y muy grande, Horacio... En cuanto a la aparición... Es un difunto venerable... Sí, yo os lo aseguro... Pero, reprimid cuanto os fuese posible el deseo de saber lo que ha pasado entre él y yo. ¡Ah! ¡Mis buenos amigos! Yo os pido, pues sois mis amigos y mis compañeros en el estudio y en las armas, que me concedáis una corta merced.
Horacio
Con mucho gusto, señor, decid cual sea.
Hamlet
Que nunca revelaréis a nadie lo que habéis visto esta noche.
Los dos
A nadie lo diremos.
Hamlet
Pero es menester que lo juréis.
Horacio
Os doy mi palabra de no decirlo.
Marcelo
Yo os prometo lo mismo.
Hamlet
Sobre mi espada.
Marcelo
Ved que ya lo hemos prometido.
Hamlet
Sí, sí, sobre mi espada.
La sombra
Juradlo.
Hamlet
¡Ah! ¿Eso dices?.. ¿Estás ahí hombre de bien?.. Vamos: ya le oís hablar en lo profundo ¿Queréis jurar?
Horacio
Proponed la fórmula.
Hamlet
Que nunca diréis lo que habéis visto. Juradlo por mi espada.
La sombra
Juradlo.
Hamlet
¿Hic et ubique? Mudaremos de lugar. Señores, acercaos aquí: poned otra vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que nunca diréis nada de esto que habéis oído y visto.
La sombra
Juradlo por su espada.
Hamlet
Bien has dicho, topo viejo, bien has dicho... Pero ¿cómo puedes taladrar con tal prontitud los senos de la tierra, diestro minador? Mudemos otra vez de puesto, amigos.
Horacio
¡Oh! Dios de la luz y de las tinieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!
Hamlet
Por eso como a un extraño debéis hospedarle y tenerle oculto. Ello es, Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía. Pero venid acá y, como antes dije, prometedme (así el Cielo os haga felices) que por más singular y extraordinaria que sea de hoy más mi conducta (puesto que acaso juzgaré a propósito afectar un proceder del todo extravagante) nunca vosotros al verme así daréis nada a entender, cruzando los brazos de esta manera, o haciendo con la cabeza este movimiento, o con frases equívocas como: sí, sí, nosotros sabemos; nosotros pudiéramos, si quisiéramos... si gustáramos de hablar, hay tanto que decir en eso; pudiera ser que... o en fin, cualquiera otra expresión ambigua, semejante a éstas, por donde se infiera que vosotros sabéis algo de mí. Juradlo; así en vuestras necesidades os asista el favor de Dios. Juradlo.
La sombra
Jurad.
Hamlet
Descansa, descansa agitado espíritu. Señores, yo me recomiendo a vosotros con la mayor instancia, y creed que por más infeliz que Hamlet se halle, Dios querrá que no le falten medios para manifestaros la estimación y amistad que os profesa. Vámonos. Poned el dedo en la boca, yo os lo ruego... La naturaleza está en desorden... ¡Iniquidad execrable! ¡Oh! ¡Nunca yo hubiera nacido para castigarla! Venid, vámonos juntos.

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